"Se puede
hablar de una Argentina visible y formal y de otra encubierta y secreta",
afirmó el ex arzobispo de Santa Fe, Vicente Faustino Zazpe, el 18 de mayo de
1980. Trece días depués, la Basílica de Guadalupe, el templo más importante de
la capital provincial luego de la Catedral, fue robado. Desaparecieron las
joyas de la Virgen.
En menos de un
mes, en dos diarios de Buenos Aires, apareció un comunicado de la Triple A,
exigiendo la separación de Zazpe del arzobispado a cambio de la devolución de
las joyas.
Era una nueva
amenaza contra el pastor que había denunciado el escándalo de los
desaparecidos, la devastadora política de concentración económica y la pérdida
de miles de fuentes de trabajo.
"La Iglesia
en la Argentina debe ser la voz de los que no tienen voz, a pesar de las
inevitables incomprensiones y de las amenazas que puedan seguir", decía
Zazpe en 1980.
Agregaba que
"a algunos sectores les molesta que la Iglesia reciba y escuche a los
sectores obreros, a los familiares de los desaparecidos y de los detenidos sin
proceso o con procesos eternizados, a los jubilados y a los pensionados. De
alguna manera son ciudadanos sin voz o al menos sin suficiente voz".
Vicente Faustino
Zazpe nació en Buenos Aires el 15 de febrero de 1920. En 1961 arribó a Rafaela
para hacerse cargo de la diócesis. Un hombre de verdadero poder en la ciudad,
el doctor Luis María Barreiro confesó que "creía que íbamos a seguir en la
joda, pero no fue así. Zazpe fue un hombre superior. No se apoyó en los ricos.
Sino en los más humildes".
El 20 de noviembre
de 1983, en una de las últimas homilías, Zazpe denunció la presencia de la
corrupción en todas las esferas, pero incluyó en primer lugar, al sector
espiritual.
Dijo entonces que
"todos los argentinos debemos comprometernos con la verdad, tanto desde
las bases como desde las cúpulas, porque la contaminación se ha generalizado
pero, sobre todo, en los sectores a quienes incumbe el liderazgo espiritual,
político, económico, cultural y social".
Se interesó por
distintas y nuevas experiencias pastorales aunque ello le acarrearía críticas
(de la Jerarquía y del régimen político) y riesgos personales (cárcel) como la
reunión pastoral en Ecuador. Intercedió ante otros obispos por sacerdotes que
él juzgaba injustamente desplazados o descalificados. No temió ser mal visto
por visitar a presos políticos o tratar de ayudarlos privada y públicamente
antes o después de que hubieran cumplido su condena", escribió el padre
Domingo Bresci, párroco del barrio de Mataderos, en Buenos Aires, en relación
al ex arzobispo de Santa Fe. Bresci fue uno de los principales integrantes del
Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo, fenómeno en el cual Zazpe no
participó.
El 30 de enero de
1972, Zazpe dijo en su homilía: "habría que advertir a las mayorías
pasivas, que su pasividad no es virtud ni mérito: es más bien comodidad,
individualismo y hasta cobardía en muchos casos".
Cuando el 24 de
enero de 1984, se anunciaba la muerte del arzobispo santafesino, se llegaba al
final de un proceso de vaciamiento político generado desde el interior de su
propia arquidiócesis y fomentado por los sectores que alentaron el terrorismo
de estado en el entonces segundo estado argentino.
La trama íntima de
la conjura
Emilio Mignone, en
su indispensable "Iglesia y Dictadura", cita que "tuve
oportunidad de conversar con el vicepresidente segundo del cuerpo (Conferencia
Episcopal Argentina) y arzobispo de Santa Fe, Vicente Zazpe, ya fallecido. Me
dijo con desaliento: "no me cabe duda que de aquí unos años la Iglesia va
a estar colocada en la picota...". Zazpe comprendía el problema humano y
pastoral que involucraba la postura del Episcopado.
Seguramente
luchaba dentro del cuerpo por una actitud más acorde con el Evangelio. Pero le
faltó energía y la decisión necesarias para romper con la trama de la
mediocridad, cobardía y complicidad que prevalecía a su alrededor y con los
condicionamientos intelectuales que él mismo padecía".
En 1983, Zazpe
renunció a su cargo en la Conferencia Episcopal, luego de "exigir una
actitud más firme hacia el gobierno militar", narra Mignone. Quedaron Juan
Carlos Aramburu, Raúl Francisco Primatesta y el rosarino Jorge Manuel López.
Zazpe comenzaba a sentirse solo en el seno de la cúpula y en el interior de su
iglesia ‑ institución.
Había soportado
las amenazadas de la Gendarmería provincial, de la Armada y de la Triple A,
pero no pudo superar la presión y la conjura de aislamiento que se gestó desde
el seno del arzobispado santafesino.
"También la
Iglesia puede tener un cristianismo visible y otro encubierto. También en la
Iglesia pueden darse desplazamientos internos. En Semana Santa hemos destacado
el crecimiento de sectores que celebraron la muerte de Cristo de una manera
seria y profunda, pero también señalamos el aumento de sectores que
conmemoraron la crucifixión en hipódromos, casinos y canchas de fútbol",
denunció Zazpe en su homilía del 18 de mayo de 1980.
El último año de
vida de Zazpe fue "un calvario", como lo definió uno de los
principales sacerdotes de la arquidiócesis.
A las amenazas de
las fuerzas de seguridad, le siguieron las trabas puestas desde el interior del
arzobispado.
Elvio Mautino fue
confidente de Zazpe. "El decía la
verdad de frente. Y a muchos no le agradaba. A gobernantes, a sacerdotes, y a
compañeros obispos, a veces. Su vida era un testimonio viviente. No se le podía
refutar y eso molesta. Cuando alguien avala con su vida, lo que dice con sus
palabras es otro Cristo que está gritando en esos momentos. Por ahí va la mano,
me parece...Se sentía muy solo en el arzobispado. Yo estaba en ese tiempo, en
el 83, ejerciendo en María Juana, y frecuentemente él viajaba a Sastre y a San
Jorge, y siempre pasaba unos minutos para charlar, preguntarme cómo estaba ‑‑la
delicadeza de él‑‑ y de paso me contaba cómo se sentía. En los tecitos, a esa
altura del partido solamente tomaba te el pobre, no quería mate, me dice
"Mautino, no puedo más, me siento muy solo y siento como que me están
haciendo una especie de aislamiento y además, lo que más me duele es que venga
de parte de mi primer colaborador". Es decir que directamente ya no
ocultaba la cuestión, sino que se sentía como que hubiera una actitud de adversión
hacia su persona y de oposición, sobre todo en el seminario, y lo ejemplificaba
ahí porque en esa época, el director del seminario era monseñor Storni, y eso
decía "me tiene mal", y eso fue, exactamente, el 24 de noviembre de
1983", recordó Mautino.
La última navidad,
Zazpe la pasó con uno de sus más queridos discípulos, el padre Luis Tomati,
actual cura párroco de San Javier. Entrevistado el miércoles primero de febrero
de 1995 por este cronista, Tomati contó que aquel 25 de diciembre de 1983, "monseñor
ya estaba muy mal, espritual y físicamente.
Estaba muy
caído" y agregó con respecto a la idea de la conjura contra Zazpe que
"muchos compartiríamos su visión por todo lo que pasó", aunque se
negó a dar más detalles por temor a represalias internas en la iglesia
santafesina. Terminó diciendo que "yo estoy marcado a fuego por todo lo
que hizo Zazpe".
En su mensaje
dominical el 8 de junio de 1980, Zazpe criticaba la hipocresía de los grupos
dominantes: "admiten que el evangelio tenga que ver con el aborto, el
homicidio, el adulterio y el robo clásico, pero rechazan su intromisión en el
consultorio, la empresa, el estudio profesional, los planes económicos, los
cargos públicos, los negocios y los negociados, el soborno, la coima, los
impuestos, las declaraciones juradas, el ejercicio de la justicia, el
desempleo, los honorarios, el alza de precios y hasta la velocidad en la
ruta". Estas críticas comenzarían a encontrar un consenso de opinión
contrario al arzobispo santafesino. No se lo podía acusar de tercermundista, ni
de marxista, sin embargo, sus permanentes visitas a las cárceles, sus pedidos
por los desaparecidos y sus sugerencias en el seno de la Conferencia Episcopal
para que rompiera su connivencia con la dictadura, hacían de Zazpe un hombre
peligroso para el pacto de silencio que comenzaba a construirse como preámbulo
de la transición democrática.
En ocasión de la
presentación del documento "final" de las Fuerzas Armadas luego de la
dictadura, Zazpe expresó en forma pública que es "insólita calificación de
actos de servicio para la tortura, el secuestro impune, la muerte clandestina,
la detención sin proceso, la entrega de niños a desconocidos y el latrocinio
descarado de los hogares. En los últimos meses se han publicado muchos aspectos
ocultos del Proceso, no refutados hasta el momento que hacen súmamente
vulnerable las justificaciones del mismo...Se puede continuar hablando de
excesos, cuando todo el proceso antisubversivo respondió a una premeditada
planificación?. Se puede afirmar que no se dispone de más información, cuando
los servicios de inteligencia controlan rigurosamente a personas, grupos,
instituciones y teléfonos?", apuntaba la síntesis publicada por Clarín el
6 de junio de 1983.
Crónica de una
muerte anunciada
El 3 de enero de
1984, Zazpe fue internado por un acceso vascular, producido por una crisis
hipertensiva. El doctor Carlos Gayoso, quien lo atendió hasta último momento,
aseguró que "era un hombre hipertenso, de allí que se haya presentado un
cuadro de hemorragia cerebral. El problema fue que la ubicación de la
hemorragia era horrible: estaba en la base del cerebro, en su unión con la
médula y el cerebelo". A patir del 9 de enero comenzaron las
complicaciones. Se generó una infección que terminó afectando los pulmones. El
24 de enero de 1984, en el Centro de Investigaciones Neurológicas y
Psiquiátricas de Santa Fe, alrededor de las 10.30, el pastor murió.
Comenzaron a
circular los nombres para reemplazarlo: Celestino Bruna, Elvio Alberga,
Edelmiro Gasparotto y Edgardo Trucco. Por "sugerencias" de la Santa
Sede, se debió agregar a alguien que hubiera estudiado en Roma. Era el obispo
auxiliar, Edgardo Storni, quien había accedido a ese cargo el 4 de enero de
1977. Hijo de un padre ateo y de una familia humilde, Storni se iba a caracterizar
por una pastoral diametralmente opuesta a la de Zazpe. Para acceder al
arzobispado fue preciso quebrar la salud de Zazpe. Según el padre Edgardo
Trucco, quien fuera administrador diocesano del arzobispado desde la muerte de
Zazpe hasta el 28 de agosto de 1984, cuando asumió Storni, "el último año
de monseñor fue un calvario".
Trucco indicó que
fue "un año cargado de angustias, de tristezas y de dolores causados por
la persecución continua y sistemática que padecía, desde los servicios, desde
buena parte de la ciudadanía oligárquica de Santa Fe y el país y que querían
que se callara la boca".
Eran "los que
decían por qué no habla del evangelio, ignorando o con una actitud hipócrita,
que no hablar del hombre es no hablar del evangelio; e incluso de sectores
internos de la misma iglesia, aquellos que tenían el deber de ser sus apoyos,
sus sustentos, sus animadores, se convirtieron en sus detractores y en sus
enemigos".
El sacerdote está
convencido de la conjura: "desde dentro mismo de la iglesia diocesana se
planteaban actitudes que la dividían en contra del mismo obispo precisamente.
Por eso hubo momentos muy difíciles, terriblemente tristes. Comprendía que esa
naturaleza de la iglesia donde él era la cabeza, se la descabezaba, se le
partía en dos, como si hubiera una cosa que él hacía bien y otra que hacía mal.
Como si hiciese bien todo lo sacramental e hiciese mal todo aquello que era
anuncio del evangelio. Le trajo un año muy oscuro, un año muy dramático, muy
triste, donde se replanteaba las cosas permanentemente. Lo terrible era que no
encontraba salida. No encontraba apoyo, desde sus hermanos en el episcopado, ni
desde la nunciatura apostólica, ni del clero en general, sino en algunas
personas solamente. Entonces tuvo un año de calvario, esa fue la realidad de su
último año", dijo Trucco en forma contundente.
La asunción de
Edgardo Storni terminó por desmantelar el servicio de Educación Popular,
modificar y reducir el apoyo oficial del arzobispado hacia el Movimiento de Sin
Techos e iniciar un largo exilio de seminaristas y sacerdotes que no toleraron
los cambios. Storni dijo públicamente "la era Zazpe terminó".
Cárcel y
solidaridad con Angelelli.
En agosto de 1976,
Zazpe fue detenido juntamente con otros sacerdotes en Riobamba, en el Ecuador,
sufriendo cárcel por unos días. Según el recuerdo del sacerdote tercermundista
Domingo Bresci "todavía era miembro de la Comisión Ejecutiva, como que
sintió que desconfiaba de él, de cómo estaba allí (en Riobamba), en
representación de qué...Yo lo vi profundamente dolorido, hasta te digo,
fastidiado, enojado por este vacío que le había hecho el episcopado. El
esperaba una reacción mucho más pronta, y un reclamo. Y todo se hizo...él me
contó; todo, si...formal, pero mucho después, y no hubo un desagravio, una reparación
moral como hubiera correspondido". Junto a Zazpe estaba Adolfo Pérez
Esquivel quien en 1980 sería premiado con el Nobel de la Paz por sus denuncias
contra la dictadura argentina y a favor de la defensa de los derechos humanos.
Tres años antes,
en 1973, Pablo VI envió a Zazpe a investigar la línea pastoral de monseñor
Enrique Angelelli en La Rioja. "El Pelado" era calificado por el
diario "El Sol" de "comunista", "tercermundista",
"guerrillero", entre otras herejías. Zazpe confirma que no hay mejor
manera de practicar el cristianismo que la concretada por Enrique Angelelli,
hecho que determina una profunda amistad entre el riojano y el arzobispo
santafesino.
El 26 de abril de
1976, los sacerdotes de La Rioja escribieron a Zazpe diciéndole que
"nuestra situación se torna cada vez más asfixiante y difícil; nuestro
ministerio es vigilado y tergiversado; nuestra actividad pastoral es tildada de
marxista y subversiva. No es el pueblo riojano quien procede de esa manera,
sino el grupo de siempre, los que ayer se lanzaron a una campaña de calumnias y
hoy ante el cambio de gobierno se presentan ofreciendo listas. Como
consecuencia se producen allanamientos y detenciones. Presentan a La Rioja como
aguantadero de la guerrilla y a Angelelli como cabecilla principal. Este es uno
de los temas principales de los interrogatorios. Existe una confabulación a fin
de lograr su objetivo: separar al pueblo de su Iglesia".
Angelelli le
agregaría que "es hora que la Iglesia de Cristo en la Argentina discierna
a nivel nacional nuestra misión y no guarde silencio ante hechos graves que se
vienen sucediendo. Nuevamente pongo a disposición mi renuncia para que no siga
La Rioja dando dolores de cabeza ni a la Santa Sede, ni al nuncio ni a mis
hermanos obispos".
En julio de 1976,
Angelelli le volvió a escribir a Zazpe: "estoy solo entre mis hermanos
obispos de la Argentina".
El 4 de agosto de
aquel año, el Pelado es asesinado también sobre una ruta y también intentando
simular el hecho detrás de un aparente accidente.
Zazpe había pedido
por la protección de Angelelli en una carta que le enviara al arzobispo de
Córdoba y vicepresidente primero de la Conferencia Episcopal Argentina,
monseñor Raúl Francisco Primatesta, tal cual lo reconoció en 1985, en ocasión
de los juicios a las juntas militares cordobesas, en un testimonio por escrito
presentado ante la doctora María Elba Martínez. Primatesta no hizo casi nada
para ayudar a Angelelli y prácticamente archivó aquel pedido de Zazpe.
Si Zazpe hubiera
vivido un par de años más seguramente habría informado sobre la actuación de
militares, integrantes de otras fuerzas de seguridad, civiles, empresarios y
religiosos, durante la dictadura.
Zazpe no convenía
para la estructura de impunidad que iba a encorsetar el origen de la democracia
y cubrir la concentración económica que comenzaba a dibujarse como consecuencia
directa de la dictadura.
Cuarenta años
después de la muerte de Zazpe es imprescindible recuperar la conciencia
histórica del rol de la iglesia santafesina en el último medio siglo. Esa es la
idea de estas líneas.
A cuarenta años de la muerte de Vicente Zazpe, arzobispo de Santa Fe. Por Carlos del Frade.